MANIFIESTO DE LAS AVES
Durante mucho tiempo hemos permanecido bajo tierra, empollándonos con nuestro propio cuerpo retorcido como dentro del huevo de una serpiente, sin saber, aunque quizá intuyendo, que dentro de la yema no hay reptil escamoso sino ave emplumada.
Nos salieron brazos y de las nervaduras de los dedos aparecieron los primeros pelechos. Los plumones lentamente cedieron paso a las plumas en un dilatado verano. Ahora nuestros brazos son alas, amplísimas alas de cóndor, con el plumaje de colores iridiscentes.
En la orquesta avícola la armonía como el ruido, se fusionan para crear una sinfonía de alas.
El graznido y el trino son expresiones del ave.
Somos plumíferas, y cantamos en honor a las plumíferas. TODO LO QUE LLEVA PLUMAS ES UN AVE.
En los cuellos interminables de retorcido y frío metal, en las construcciones punzantes que hieren el cielo de la ciudad, allí nosotras construiremos nuestros nidos.
NUNCA MÁS descenderemos a lóbregos claustros en los que quisieron confinarnos los hombres-reptiles.
No queremos el conformismo de los pájaros de picos fálicos que sodomizan sus instintos aviarios con la cola del reptil.
LAS AVES NO SOMOS TIBIAS.
NOS pertenece la luz del sol, nos pertenece la altura del laberinto.
El laberinto, esa enramada de espinas, que por calles y precipicios nos aleja de nuestras amigas las aves, será vencido. El creador del DÉDALO será herido por el picotazo del águila y en éxtasis de cisnes silvestres volaremos hacia lo alto del laberinto. CONOCEREMOS SUS TRETAS, CONOCEREMOS SUS VUELTAS Y RECOVECOS, SABREMOS DÓNDE SE ENCUENTRA EL HUEVO, CENTRO DE LA CONSTRUCCIÓN INFRANQUEABLE, Y DESDE LA ALTURA DE LA URBE, CANTAREMOS, PUES SEREMOS LIBRES.
Y tal vez un ave descienda a las sombras nuevamente, pero será para llevar su canto.
Jamás dejaremos de cantar.
Cuando el mundo esté en guerra, cantaremos
Cuando la sombra de incertidumbre llegue hasta los seres humanos, cantaremos.
Cuando alguien se extravíe en el laberinto, cantaremos.
Cuando la sangre corra por la ciudad, cantaremos.
Cuando negros nubarrones se precipiten en rayos y chubascos violentos sobre la ciudad, cantaremos.
Cuando haya solo oscuridad, cantaremos.
Cuando el odio gane el corazón de los hombres, cantaremos.
Cantaremos, cuando maten a una hermana plumífera con la daga de una palabra.
Cantaremos, cuando intenten decirnos que somos lo que el macho-reptil quiere que seamos, siendo que somos plumíferas.
Porque con nuestro canto derribaremos los edificios grises, derribaremos las murallas moralizadoras de pechos henchidos con promesas antidiluvianas, rasgaremos los cielos plomizos y traeremos la luz del sol para todas nosotras.
Descendiendo desde lo alto de una nube en la que se asienta nuestra pajarera Real, atraparemos a la serpiente para que enroscada a nuestro cuello pueda alzar la cabeza al cielo, la cabeza de ese cuerpo viscoso que repta por calles y encrucijadas a las que el hombre-reptil la ha confinado.
¿Cuándo más cantaremos? ¡Siempre cantaremos!
Cantemos hermanas, cantemos de día y de noche, cantemos sempiternamente y que nuestro canto sea un apostolado esperanzador de vuelo, plumas, música, color y alas.
(Canto de las aves)